Tesoros del Palau

Modernismo y modernidad

La historia del Palau de la Música Catalana y del Orfeó Català se escribe con documentos excepcionales: testimonios concernientes a las personalidades que estuvieron presentes en su fundación; documentos que muestran los vínculos que el Palau de la Música Catalana estableció con los compositores de la modernidad, o con célebres solistas, como Wanda Landowska y Blanche Selva; y finalmente, programas de concierto y documentos iconográficos.

Las iberias de Albéniz

Iberia es considerada una de las obras maestras – y más difíciles- de la literatura pianística. Cuando Isaac Albéniz (1860-1909) la escribió, había dejado atrás su carrera como concertista y confió su estreno a pianistas con los que trabajaba codo con codo y a los que sometió a una dura prueba; contaba en especial con Blanche Selva y Joaquim Malats.

Estos dos intérpretes legaron al Centro de Documentación del Orfeó Català los manuscritos autógrafos de cinco de las doce piezas de Iberia (“Fête de Dieu à Séville” del cuaderno 1; “Rondeña”, “Almería” y “Triana” del cuaderno 2, y “El Polo” del cuaderno 3). Sorprenderá que la numeración de las piezas sea distinta de la que se conoce (Albéniz rectificó en la segunda edición) y el título inicial de Espagne (ver la portada de “Triana”) fue cambiado antes de la primera edición. Los folios están escritos a una sola cara y la música suele ser con tinta roja (o violeta), probablemente para facilitar la lectura de los acordes cargados de notas (“en forma de racimo de uva”) y de una grafía casi puntillista. Existen muchas enmiendas de la mano de Albéniz (fragmentos tachados y papeles pegados) y en “Rondeña” encontramos igualmente correcciones de la mano de Selva. Los números en lápiz con reparto de compases y el pie con el número de plancha de la édition Mutuelle en “Triana” indican que son manuscritos empleados para preparar la edición. La dedicatoria manuscrita de “El Polo” refleja la profunda admiración que Albéniz sentía por su intérprete predilecto: “Al más querido, al único, al artista vibrante y universal, a Malats.”


Afincado en Francia, Albéniz estaba muy vinculado a la vida musical de Barcelona y al Orfeó Català. Murió un año después de la inauguración del Palau de la Música, donde a menudo se han interpretado sus obras.